Platko el "Oso Rubio de Hungría", mítico portero del Barça de los años 20 fue en su día inspiración de una famosa oda del poeta Rafael Alberti.
Si recordamos otro post del blog: Platko en Santander en un partido de final de Copa con las gradas a rebosar de gente, el cantante de tangos Carlos Gardel entre el público y los jugadores con esos calzones sobaqueros que se usaban por aquel entonces dispuestos a meter goles y partir tibias, tipos duros que no tenían reparos en meter la pierna en este juego de contacto llamado fútbol.
El guardameta choco con un delantero de la Real Sociedad al lanzarse a por un balón a sus pies, el ariete confundió su cabeza con el esférico, con el resultado de un montón de puntos de sutura en el cráneo rubio. Platko regreso al campo entre vítores de los aficionados con un aparatoso vendaje (no existían los cambios en aquella época) y siguió jugando cual gladiador herido. Esto llego al alma de Alberti que iba con el Barça y le compuso el poema.
Aquí viene el desaguisado en forma de duelo poético: Gabriel Celaya a la sazón iba con la Real Sociedad y al leer el poema tan meloso ensalzando a modo de héroe mitológico a Platko no se pudo contener y contesto a Alberti con otro poema, pero más mirando al lado rudo de la competición y no dando por héroe al portero del Barcelona, denunciando que no fue el “Rubio” quien gano el partido, sino los penaltis escamoteados a la Real Sociedad, equipo que lucho con rabia, contra las patadas, el campo embarrado y un árbitro comprado (según palabras de Celaya).
El día que murió Gabriel Celaya todos los jugadores de la Real llevaron brazalete negro en señal de duelo. El poeta entrego a las letras toda su alma y al equipo “txuri urdin” toda su vida. Defendió su equipo con el entusiasmo de un chaval.
Los dos poemas enfrentados son los siguientes:
ODA A PLATKO (Rafael Alberti, España, 1902-1999)
Ni el mar,
Que frente a ti saltaba sin poder defenderte.
Ni la lluvia, ni el viento, que era el que más rugía.
Ni el mar, ni el viento, Platko,
rubio Platko de sangre,
Guardameta en polvo,
Pararrayos.
No, nadie, nadie, nadie,
Camisetas azules y blancas, sobre el aire.
camisetas reales,
contrarias, contra ti, volando y arrastrándote.
Platko, Platko lejano,
rubio Platko tronchado,
tigre ardiente en la hierba de otro país,
¡Tú, llave, Platko, tú llave rota,
llave áurea caída ante el pórtico áureo!
No, nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko
volvió su espalda el cielo.
Camisetas azules y granas flamearon,
apagadas, sin viento
El mar, vueltos los ojos,
se tumbó y nada dijo.
Sangrando en los ojales,
sangrando por ti, Platko,
por tu sangre de Hungría,
sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto
temieron las insignias.
No, nadie, Platko, nadie,
nadie se olvida.
Fue la vuelta del mar
fueron diez rápidas banderas
incendiadas sin freno.
Fue la vuelta del viento.
La vuelta al corazón de la esperanza
Fue tu vuelta.
Azul heroico y grana
mando el aire en las venas
Alas, alas celestes y blancas,
rotas alas, combatidas, sin
plumas, encalaron la hierba.
Y el aire tuvo piernas,
tronco, brazos, cabeza.
!Y todo por ti Platko,
rubio Platko de Hungría!
Y en tu honor, por tu vuelta,
porque volviste el pulso perdido a la pelea,
en el arco contrario al viento abrió una brecha.
Nadie, nadie, se olvida.
El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan.
Las insignias.
Las doradas insignias, flores de los ojales,
cerradas, por ti abiertas.
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Ni el final: tu salida,
oso rubio de sangre,
desmayada bandera en hombros por el campo.
!Oh Platko, Platko, Platko
tú tan lejos de Hungría!
¿Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte?
Nadie, nadie se olvida,
no nadie, nadie, nadie.
CONTRAODA DEL POETA DE LA REAL SOCIEDAD (Gabriel Celaya, España, 1911-1991)
Y recuerdo también nuestra triple derrota
en aquellos partidos frente al Barcelona
que si nos ganó, no fue gracias a Platko
sino por diez penaltis claros que nos robaron.
Camisolas azules y blancas volaban
al aire, felices, como pájaros libres,
asaltaban la meta defendida con furia
y nada pudo entonces toda la inteligencia
y el despliegue de los donostiarras
que luchaban entonces contra la rabia ciega
y el barro, y las patadas, y un árbitro comprado.
Todos lo recordamos y quizá más que tu,
mi querido Alberti, lo recuerdo yo,
porque yo estaba allí, porque vi lo que vi,
lo que tú has olvidado, pero nosotros siempre
recordamos: ganamos. En buena ley, ganamos
y hay algo que no cambian los falsos resultados.
Fuentes: Montero González para GQ y http://www.erreala.com/el-duelo-de-los-poetas/
No hay comentarios:
Publicar un comentario