martes, 28 de diciembre de 2010

LEZAMA, EL GRAN OLVIDADO DEL ATHLETIC


Curioso este reportaje que he encontrado de 2006, A Raimundo Lezama el fútbol le ha dado grandes satisfacciones. Una de ellas, ha sido desde luego, jugar en el Athletic, pero aquí radica, al mismo tiempo, una de sus mayores decepciones, puesto que se trata, a juicio de su hijo Manu, del “gran olvidado” de la historia del club rojiblanco. Su explicación es que desde Ibaigane jamás se le ha tributado ningún homenaje, pese a que “el presidente Guzmán lo prometió”.
“No le invitaron a ningún acto del Centenario del Athletic y tampoco ha tenido un partido de homenaje”, reclama Manu, quien incluso se ha ofrecido a realizar los trámites pertinentes. “Yo me he llegado a poner en contacto con el equipo inglés donde mi padre empezó a jugar, el Southampton, que vendría gratis, para organizar un partido contra el Athletic; no pedimos dinero, sólo el reconocimiento que sí le han dado otros clubes por donde ha pasado, como el Arenas o el Indautxu, o hasta la Federación vasca de fútbol.
Sin embargo, el que fuera presidente del Athletic, José María Arrate, me dijo que los partidos de homenaje costaban mucho dinero”. Pero no es la única injusticia con la que ha tenido que lidiar.
En el año 1945, Raimundo fue el portero menos goleado, pero no existía aún el trofeo Zamora que hoy en día lo acredita. “Yo he exigido al periódico Marca, quien otorga el galardón, que le entregue el trofeo a mi padre, como hizo con el trofeo Pichichi que Zarra consiguió antes de instaurarse este premio, pero ha sido en vano”.
Para el homenaje ya es tarde, ya que falleció el 24 de julio 2007, pero tiene el nuestro en el blog de los grandes porteros del Pais Vascohttp://marius-porterosvascosdeleyenda.blogspot.com/2009/07/raimundo-perez-lezama.htmly por lo que a nosotros respecta el “Trofeo Zamora” también es suyo y el diario MARCA se lo debía conceder a titulo póstumo. ¡Lezama, un grande!
Fuente y foto: http://www.bilbao.net

sábado, 25 de diciembre de 2010

MOACYR BARBOSA, EL PORTERO MALDITO

Desde que el fútbol naciera como deporte no se recuerda que una persona pagase un precio tan alto por encajar un gol como el que fue obligado a saldar Moacyr Barbosa.


Moacyr Barbosa fue uno de los mejores porteros de la historia del fútbol. Hoy nadie lo conoce. Pero así fue. Su amplio palmarés le avala. Barbosa era reconocido en los años 40 como el mejor arquero de su tiempo. Defendió prácticamente durante toda su carrera la portería del Vasco de Gama, y aún hoy, es el jugador que más títulos ha conquistado con la ‘cruzmaltinha’. Pero su vida dio un vuelco de 180 grados en el estadio nacional de fútbol “Jornalista Mario Filho”, más conocido como Maracaná, precisamente el mismo que le vio encumbrarse al olimpo del fútbol mundial.


El 16 de julio de 1950, Maracaná albergaba desde las 10 de la mañana 250.000 almas para presenciar el último partido del Mundial Brasil’50. Por aquel entonces, no existía el formato de semifinales y final, sino que los cuatro semifinalistas (Suecia, España, Uruguay y Brasil) se medían en una liguilla a partido único para resolver el vencedor. El azar quiso que el último partido lo disputasen los dos mejores equipos del torneo, y del cual saldría el campeón del Mundo: Uruguay y la anfitriona Brasil.

A las 15.30 horas dio comienzo el encuentro ante un país enfervorizado que llevaba varios días festejando la más que segura victoria de la ‘canarinha’. Muchos periódicos tenían ya preparadas las portadas del día siguiente y las calles estaban predispuestas y adornadas con carrozas para recibir a los once héroes brasileños. Estaban previstos una serie de eventos (fuegos artificiales, grandes celebraciones, felicitaciones de los altos mandos de la nación...) y además, se iba a conceder un día de fiesta nacional por la consecución del campeonato del mundo.



Brasil vivía en un tremendo éxtasis. Una euforia que estalló por completo cuando a las 16:32, apenas comenzada la segunda mitad, Albino Friaca anotaba el primer gol de la final, poniendo a su selección con más de pie y medio en la cumbre mundial del fútbol. Así se llego al descanso.
Tras la reanudación, el equipo celeste, crecido gracias al aliento de su capitán, se volcó al ataque, y a falta de 23 minutos para el final del encuentro, ‘el Diablo’ Schiaffino, jugador del Peñarol de Montevideo, conjugaba con Alcides Ghiggia por la banda derecha y colaba el balón en la escuadra izquierda del arquero carioca, Moacyr Barbosa. 


Todo Maracaná, se sumió en un gran silencio, pero a los pocos segundos siguieron los cánticos y los festejos, porque Brasil, pese a agotar su margen de error seguía siendo campeona del Mundo. No obstante, 13 minutos más tarde, Ghiggia de nuevo, recibió el balón en la banda derecha, junto a la línea de cal y tras recorrer 40 metros sorteando jugadores amarillos, se plantó dentro del área. Barbosa, con la jugada del gol de Schiaffino aún en mente, se apresuró a tapar el más que posible pase de la muerte al nuevecarioca, tal y como había sucedido 13 minutos antes. Sin embargo, Ghiggia, prácticamente sin ángulo, ejecutó un milimétrico disparo entre el defensa local Bigode y el poste de Barbosa, sin que este pudiera hacer nada.



Barbosa fue el gran infectado. Fue señalado y humillado por todo su país. Brasil nunca le perdonó aquel último gol de la final, algo que le condenó de por vida. La vida de Barbosa se convirtió en un verdadero infierno de la noche a la mañana. Bastaba con que entrara a una panadería, para que todos los clientes huyeran como si hubieran visto a un fantasma. Sobre ésta y otras reacciones, Barbosa aseguraba que si no hubiera aprendido a contenerse cada vez que la gente le despreciaba, "habría terminado en la cárcel o en el cementerio". También recordaba el hecho más triste de su condena futbolística. “Fue una tarde de los años ochenta en un mercado. Me llamó la atención una señora que me señalaba mientras le decía en voz alta a su hijo: 'Mirá, ese es el hombre que hizo llorar a todo Brasil'".


Moacyr Barbosa trabajó durante más de veinte años en el lugar que le sepultó en el mundo futbolísico. Fue empleado en las oficinas de Maracaná, y de premio a su excelente labor y debido a que se acercaba una gran remodelación en el estadio, su jefe le ofreció los dos palos y el travesaño del fatídico arco que le mató en vida. Regalo que el portero no despreció. Convocó a sus amigos, y ante tanta expectativa creada, juntó un bidón de nafta y con un encendedor, prendió fuego a su simbólica “guillotina”. De esa forma el arquero pensó que eliminando a su testigo más cercano, podría exorcizarse del mote de “mufa” que le atribuyeron algunos, pero nada más lejos de la realidad.


En 1993 fue expulsado hostilmente (de manos del entonces segundo entrenador de Mario Zagallo), de una concentración de la selección brasileña, a donde Barbosa había acudido para desear suerte a los jugadores que luego ganarían el Mundial de USA´94. Poco antes de morir dijo desconsolado: “En Brasil, la pena mayor que establece la ley por un matar a alguien es de 30 años de cárcel. Hace casi cincuenta que yo pago por un crimen que no cometí y yo sigo encarcelado”. Otra frase que se le escuchó en sus últimos días fue: “No jugué yo sólo, éramos once”.
Barbosa falleció el 7 de abril del 2000, aislado y pobre. Quien fuera el mejor portero de su tiempo murió sólo. A su entierro asistieron a penas 50 personas, entre familiares y amigos, y no hubo ningún representante del fútbol carioca. Al día siguiente uno de los diarios más importantes de Brasil sintetizó la vida del guardameta en el título: “La Segunda Muerte de Barbosa”.


Fuente y fotos del blog: http://kexuak.blogspot.com

jueves, 23 de diciembre de 2010

El portero ¿manco?

Ocurrió el 11 de agosto de 1906. Por un partido de la Argentine Football Association jugaron Barracas Athletic contra Estudiantes de Buenos Aires. Para el primer equipo atajó Winston Coe. Hasta ahora nada raro. Pero atención: este jugador de origen irlandés no sólo era defensor sino que además tenía un solo brazo. Sí, era manco. 

Cuando los compañeros preguntaron quién se animaba a atajar debido a que faltaba un arquero, el gran Coe dijo: “Si quieren les doy una mano, dos ya saben que no puedo”.

A pesar de que Barracas perdió por 2 a 1, al otro día La Prensa, en su crónica, dijo: “La gran figura fue Winston Coe. Su modo de parar la pelota, la seguridad y la confianza con la que procede son dignas de elogio”.

Debido a su excelente rendimiento decidieron mantenerlo como arquero. Atajó dos partidos más: contra Reformer perdieron 11 a 0 y ante el poderoso Alumni cayeron 5 a 0. Si bien fueron goleadas toda la prensa reconoció su labor y resaltó su “agilidad felina”.

Valiente, manco y arquero. De no creer.



Fuente: http://futbolcurioso.blogspot.com

viernes, 10 de diciembre de 2010

"Fatty Faulke el gigante de la portería

Fue el futbolista con más peso que alcanzó el fútbol profesional. Se llamaba "Fatty" Faulke y alcanzó enorme notoriedad en los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX gracias a su físico y también al hecho de defender la portería del Sheffield United en una etapa en la que este equipo era uno de los grandes protagonistas del fútbol inglés. Faulke, de casi dos metros, siempre estuvo por encima de los 120 kilos de peso, y con el paso del tiempo llegó a situarse por encima de los 150 kilos. Pero aún así ganó dos Copas, una Liga y llegó a ser internacional.

JUAN CARLOS ÁLVAREZ "Fatty" Faulke es uno de los primeros grandes personajes que el fútbol regaló a sus libros de historia. Era portero, pero su trascendencia no hay que buscarla en su agilidad, en sus reflejos, en su rapidez o en su seguridad. Faulke se hizo célebre en la Inglaterra de finales del siglo XIX gracias a su tamaño. Era inmenso. "Es como si se colocase a un oso enorme en la portería" dijeron de él. Medía casi dos metros y, en los ultimos años de su carrera se calcula que su peso estaba por encima de los 150 kilos. Una barbaridad. Pese a sus descomunales dimensiones triunfó en el mundo del fútbol aunque es cierto que muchos aficionados se acercaban a los campos como quien acude al circo a ver a la mujer barbuda. Pero pese a todo consiguió levantar dos veces la Copa Inglesa con el Sheffield United y ser campeón de Liga. Incluso llegó a vestir en una oportunidad la camiseta de la selección inglesa. Mucho más de lo que podría esperarse de un físico como el de Faulke.

Al meta le descubrieron para el fútbol profesional cuando tenía veinte años y alternaba el cricket con la portería del Blackwell en un torneo local. Los ojeadores del Sheffield, como antes lo habían hecho otros, se acercaron al campo intrigados por los comentarios que se escuchaban sobre él. En un tiempo en el que los guardametas presentaban enormes deficiencias, a los técnicos del Sheffield les gustó lo que vieron. Era muy grande (se calcula que por entonces pesaría algo más de 120 kilos), pero también se movía con rapidez y decisión. Le ficharon aquel mismo día, en el vestuario, donde Faulke, al que se apodaba "Fatty" (gordito), firmó su primer contrato profesional.

En la portería del Sheffield estuvo diez años y se convirtió en una celebridad en un tiempo en el que los "Blades" eran uno de los grandes protagonistas del campeonato inglés. Faulke formó parte del conjunto que alcanzó dos Copas de Inglaterra y una Liga, además de un subcampeonato en cada uno de los torneos. Y Fatty, el "oso", el "gigante de Blackwell" estuvo en todos los grandes partidos de aquella época. Lo que ocurre es que el público festejaba más que sus paradas las anécdotas que generaba un cuerpo que a medida que pasaban los años seguía creciendo hasta llegar a alcanzar los 150 kilos en sus últimas temporadas en el club. Faulke era un atracción para los aficionados. Antes de los partidos se le solían acercar los recogepelotas para que los cogiese por un brazo y los subiese a lo alto del travesaño mientras el público aplaudía con entusiasmo. En una ocasión, aburrido porque su equipo dominaba con autoridad, no se le ocurrió otra cosa que tratar de colgarse del larguero y sucedió lo evidente: que se partió en dos y el partido tardó una hora en reanudarse.

También se ganó cierta fama de polémico a raíz de lo sucedido en la final de Copa de 1902 ante el Southampton. Estaba indignado con el árbitro por el gol recibido (el primer partido terminó 1-1) y acabó persiguiendole sin camiseta por los vestuarios hasta el punto de que hicieron falta cuatro personas para reducirle mientras el colegido se refugiaba en el cuarto de la limpieza. La historia acabó bien. El Sheffield se impuso en el "replay" por 2-1 y el árbitro siguió vivo. No era la primera vez que provocaba algún altercado por culpa de su carácter duro y sus protestas se habían hecho célebres en su etapa en la portería de Bramall Lane. De hecho, las crónicas de la época aseguran que eso fue lo que acabó con su carrera como internacional. Jugó un único partido, un 4-0 ante Gales en 1897. Pero a la estirada Federación Inglesa no le gustaba su carácter ni el hecho de que la visita de la selección pudiese convertirse en una especie de espectáculo circense por culpa de aquel gigante. Y no volvió a ser llamado pese a que los cuatro años siguientes fueron hegemónicos para el Sheffield con los dos títulos de Copa, una final, la Liga y los dos subcampeonatos.

Con más de treinta años y un cuerpo cada vez más incompatible con el deporte Faulke se marchó a defender la portería del Chelsea en la Segunda durante una temporada, antes de cerrar su carrera en el Bradford. A los 42 años murió repentinamente. Los últimos años de su vida no habían sido demasiado propicios para él. Había tenido problemas matrimoniales, perdió los negocios que había montado en Sheffield y se ganaba la vida sirviendo de atracción de feria en la húmeda Blackpool donde pasaba horas vestido de portero a la espera de que el público le disparase un penalti. Se supone que así contrajo una neumonía que acabó con su vida. Otra versión dice que fue una cirrosis la que le mató. Eso sí, nadie ha vuelto a discutirle el título del jugador más "grande" de la historia en llegar al fútbol profesional.



 Fuente y foto: www.farodevigo.com