lunes, 24 de octubre de 2011

GYULA GROSICS, EL FICHAJE CON MAS EDAD

Gyula Grosics, nació en Dorog (Hungria) en febrero de 1926.
A pesar de que su padre se empeño en que cogiera los hábitos de sacerdote, el se negó y labro una brillante carrera como cancerbero. Desde muy joven destaco en la portería y finalmente ficho por el club de su ciudad natal en 1945, el Dorogi Futball Club.

Fue un innovador en el puesto ya que tenía la costumbre de adelantarse en la portería, actuando casi de libero, dándole mayor libertad a su defensa, al igual que los porteros modernos. La culminación a su carrera llego en 1947 cuando fue llamado a su primera convocatoria con la Selección Nacional de su país, además ese año ficho por el Mateoz Budapest de la capital.

Era conocido por su apodo “pantera negra” ”, ya que solía vestir íntegramente de negro; y durante la temporada 1949/50 jugó para el Teherfuvar, antes de pasar al Budapest Honvéd, donde coincidiría con Puskas y Kocsis en lo que a la postre se convertiría en la base de la histórica Hungría del Mundial de 1954, denominada “los Mighty Magyars”, que ya se había hecho con la Medalla de Oro de los Juegos Olímpicos de 1952, disputados en Helsinki.

Fue justamente ese evento el de su despegue y reconocimiento definitivo a nivel internacional, ya que fue elegido el mejor guardameta del año, además claro, de lograr la medalla de plata junto con sus compañeros. Hasta que en 1956 estallaría la revolución comunista en el país.

Cuando en ese momento la mayoría de los grandes futbolistas optaron por emigrar, Grosics se mantendría en el Honvéd hasta 1957, cuando pasó Tatabánya Bányász, ya que el ejército no le permitió hacerlo hacia el Torna, club del cual era hincha confeso; y emblema de la derecha opositora.

Luego de eso, se retiraría en 1962, jugando también la Copa Mundial de 1958 y ese año, aunque claro, sin el mismo éxito de antaño; y lo que es peor, sin poder cumplir el sueño de su juventud de jugar un partido con el Ferencvárosi.

Un caso insólito en el fútbol mundial ya que increíblemente, en 2008, el propio Ferencvárosi anunció su fichaje, cuando contaba con  82 años. En un amistoso ante el Sheffield United de Inglaterra, Grosics se dio el gran gusto de vestir la camiseta de su equipo aunque sea por un minuto. Pocos meses después, su vida corrio riesgo, al ser sometido a una delicada operación de pulmón. No obstante, hoy su llama sigue más viva que nunca para los amantes del deporte rey. Pero puede considerarse el fichaje con más edad de la historia del fútbol.


martes, 18 de octubre de 2011

TRAUTMANN, EL PRISIONERO NAZI CONVERSO


Bernhard Bert Carl Trautmann
nació en Bremen (Alemania) el 22 de octubre de  1923.

Durante la Segunda Guerra Mundial se alistó en la Luftwaffe (fuerza aérea alemana). Los primeros años de servicio pasaron sin excesivo problema, desempeñándose como operador de radio en la Polonia ocupada. Más tarde, el destino le llevó a combatir, reubicado como paracaidista, en el frente del Este, debiendo combatir contra el Ejército soviético y contra el duro invierno del 41 y sobreviviendo a la cruenta lucha, siendo ascendido a Sargento y condecorado con la Cruz de Hierro por sus méritos en el campo de batalla. Posteriormente, Trautmann sobreviviría a los implacables bombardeos aliados en la ciudad fronteriza alemana de Kleve, aunque la fortuna no le terminase de sonreir de manera definitiva. A los pocos días, y con Kleve derruida en un 90%, Trautmann fue hecho prisionero por dos soldados norteamericanos, de los que conseguiría escapar… para volver a caer de nuevo, indefenso, ante un pelotón británico que, esta vez sí, lo trasladó hasta el campo de prisioneros de Ostende (Bélgica).

Tras permanecer un tiempo en el continente, Trautmann fue de nuevo trasladado a Gran Bretaña, aún como prisionero de guerra. Fue allí, como no podía ser de otro modo, donde comenzó su particular relación con el fútbol, en los habituales partidillos entre soldados y prisioneros, Trautmann destacaba sobre el resto de compañeros sobre los embarrados e improvisados campos de Lancashire, entre barracones, muros y alambradas.

Ya con el fin de la guerra, Trautmann se negó a ser extraditado a su país de origen. Decidió iniciar una nueva vida en Inglaterra, alejado de la compleja situación que se vivía en una Alemania hundida tras la caída del nazismo. Se buscó la vida trabajando en lo que pudo (primero en una granja, después en diversas factorías de la ribera del Mersey), y dedicó sus ratos libres a lo que el grueso de la población inglesa de su entorno los dedicaba de una u otra manera: al fútbol. Trautmann se enroló en las filas del modestísimo St. Helens Town, un club amateur de las cercanías de Wigan. Sus grandes dotes bajo los palos hicieron que, pese a lo modesto de la categoría en la que jugaba, varios equipos de renombre se fijaran en él. En el prisionero nazi converso.
Así, a principios de la temporada 1949/50, Bert Trautmann firmó su primer contrato profesional con el Manchester City. Pero su llegada a los citizens no iba a ser bien vista por todo el mundo. Su pasado al servicio del Reich dejaba a Trautmann en una complicada tesitura frente a miles de seguidores de su nuevo equipo, que habían visto como sus casas y su país eran duramente bombardeados por aquella Luftwaffe, en la que el propio Trautmann había servido, durante la Blitzkrieg de finales del 40 y principios del 41. Así, fueron muchos los seguidores del City que se manifestaron en contra del fichaje de un futbolista que, pocos años atrás, había contribuido al mayor ataque sufrido por el país en su propio territorio en toda su historia.
Pero su buen nivel en la portería de un City que no pasaba por sus mejores momentos, contribuyeron a que su público comenzara a olvidar y dar por cerrado el pasado de Trautmann. Ya no veían en él al prisionero de guerra alemán, sino a un gran portero que había salvado muchos partidos para el club de sus amores. Con Trautmann asentado en la portería del equipo, sólo las hinchadas rivales terminaban sin aceptar con naturalidad el pasado bélico de nuestro protagonista. Los insultos aludiendo a su pasada condición de nazi eran una constante cada vez que visitaba campos rivales.

 Y fue precisamente en la capital inglesa, concretamente en Fulham, donde sucedió un hecho que cambiaría para siempre la carrera deportiva de Bert Trautmann. Corría el mes de enero de 1950, y un triste Manchester City que no conseguía salir de los puestos de descenso, visitaba al Fulham en Craven Cottage, en la que suponía la primera visita del meta alemán a la capital tras su llegada al país. Cuando todo el mundo preveía una contundente derrota de los celestes, la figura de Trautmann surgió colosal, sobreponiéndose a los continuos insultos desde el graderío, para salvar el honor de su equipo, que sólo cedió un 1-0 en el marcador final, con varias paradas milagrosas que hicieron de él un héroe en ciernes. Tras el pitido final, los futbolistas de ambos equipos, rendidos a la soberbia actuación de Trautmann bajo los palos del City, tributaron una merecida ovación conjunta al portero, que poco a poco fue contagiando al público que abarrotaba el Cottage.

St.Helens Town vs Manchester City former players programme
Trautmann continuaría forjando su leyenda en la portería del City con actuaciones para el recuerdo, como la ofrecida en la final de la FA Cup del 56. Diez años después de su llegada al equipo, Trautmann viviría una experiencia que le colocaría para siempre en el imaginario de la hinchada citizen. Con 3-1 en el marcador a favor del City, el Birmingham apretaba en la recta final del encuentro dispuesto a recortar distancias. Trautmann salió a tapar una incursión hacia portería del interior zurdo Peter Murphy, cuando la rodilla de éste golpeó violentamente contra el cuello del meta alemán (minuto 01:01 del vídeo). El dolor debió de ser terrible. Trautmann tenía cinco vértebras dislocadas y una de ellas partida en dos. Ajeno al sufrimiento, y poniendo inconscientemente en grave peligro su vida, Bert continuó jugando los poco menos de quince minutos que restaban hasta el final del partido, salvando a los suyos de una casi segura remontada rival, con una actuación de antología.

 La gravísima lesión apartó a Trautmann de los terrenos de juego durante la práctica totalidad de la temporada siguiente. Pese a tratar de ir entrando en la dinámica del equipo poco a poco, el héroe de Wembley no volvió a ser el mismo de antes de su lesión. Con el equipo metido en una racha de resultados horrorosa, Trautmann llegó a vestirse de corto en 34 partidos de la 57/58, pero su estado de forma, a sus 36 años, con una rotura de vértebras, cuatro años de servicio en el Reich y casi otros cuatro como prisionero de guerra, no terminaba de ser el idóneo para un portero sometido a la máxima exigencia.
Miembro del English Football Hall of Fame desde el año 2005 (es uno de los ocho futbolistas no originarios de las islas que ha conseguido tal distinción), Bert Trautmann marcó, sin lugar a dudas, una época, tanto en el Manchester City (545 partidos a lo largo de 15 temporadas) como en el fútbol inglés que, afortunadamente, consiguió aparcar para siempre el pasado nazi del héroe del 56.

Trautmann empezó a jugar para el Manchester City de la Navidad de 1956 y al final hizo 508 apariciones para el club. Había 60.000 hinchas en su partido testimonial en 1964 con un equipo formado por el Manchester United y el City y uno internacional XI, que incluye Stanley Matthews, de 49 años. El público invadió el terreno de juego tres minutos antes del pitido final.

Después de un breve periodo en la gestión del club, tomó un trabajo en la Asociación Alemana de Fútbol ayudando a promover el fútbol en países como Birmania, Tanzania y Pakistán. Que se retiró en 1988 y se trasladó a Valencia, donde vive ahora en la edad de 86 años con su tercera esposa Marlis.

Fotos: www.google.es

lunes, 3 de octubre de 2011

LA TANDA DE PENALTIS MAS LARGA

En el campeonato argentino, el partido entre Argentinos Juniors y Racing Club que había finalizado 2-2, se tuvieron que lanzar 44 penaltis. El resultado final favoreció a Argentinos Juniors que gano por 20-19.

En 1989, en Buenos Aires, terminó empatado un partido entre Argentinos Juniors y Racing. El reglamento obligó a definirlo por penaltis.

El público asistió de pie comiéndose las uñas, a los primeros tiros desde los doce pasos. La hinchada gritó el gol de Racing. En seguida vino el gol de Argentinos Juniors, y lo gritó la hinchada de la otra tribuna. Hubo ovación cuando el arquero de Racing se tiró contra un palo y desvió la pelota. Otra ovación felicitó al arquero de Argentinos, que no se dejó seducir por las muecas y espero la pelota en el centro de la portería.

Cuando se ejecutó el décimo penalti, hubo uno que otro aplauso. Unos cuantos hinchas abandonaron el estadio después del vigésimo gol. Cuando lanzaron el penalti número treinta, la poca gente que quedaba le dedicó algún bostezo. Los pelotazos iban y venían, y el empate continuaba.

Al cabo de cuarenta y cuatro penaltis, terminó el partido. Fue el récord mundial de lanzamientos penales. En el estadio, ya no había nadie para celebrarlo, y ni se supo quién había ganado.
Fuente y fotos: www.google.es