Ignacio Eizaguirre fue uno de los mejores porteros de su época, un guardameta como mandan los cánones y del que se cuentan varias anécdotas. La primera de ellas fue una gran polémica de cuando jugaba en la Real Sociedad (1940/41). El Valencia lo ficho a espaldas del club, negociando con su padre (también fue portero) y mientras se debatía en disputas legales se pasó una temporada en blanco.
Otra de ellas ya en el club “che” cuando debutó no tuvo una buena actuación y fue relegado a la suplencia. Pio se convirtió en guardameta titular y Eizaguirre no conseguía arrebatarle el puesto. La oportunidad de debutar por segunda vez con el equipo valenciano le vino por la indisposición de Pio tras “zamparse” una cesta de morcillas traída por el padre de Eizaguirre del negocio familiar que era una carnicería (ya contada en este blog).
Jugando el Campeonato del Mundo recibió un gol extraño tras un bote del balón en una imperfección del terreno de juego así que desde entonces se llevaba unos sacos con arena de playa al campo y antes de que empezara el partido los vaciaba en el área, nivelándola después con un rastrillo y regándola también para reblandecer la zona, evitando así los malos botes de la pelota.
En temporada posterior a su retirada, siendo entrenador del primer equipo de Osasuna, se volvió a poner bajo palos debido a la cantidad de goles que recibían en cada partido, pero sin mucha fortuna y encajando los mismos que encajaban sus porteros. Todavía volvería a ocupar una portería, ya con 55 años y en un amistoso benéfico, en el que aún así demostró en algunos lances del juego que seguía llevando en la sangre el oficio de portero.
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