Fue en un partido contra el Racing de Madrid donde ardió Troya. Dieste, jugador del Madrid , arbitró el encuentro. Señalo un penalti contra el Athletic de Madrid y Beriguistáin lo paró. El colegiado indicó que se repitiera el lanzamiento al considerar que los jugadores rojiblancos no habían guardado la distancia reglamentaria. Lo volvió a detener el portero athletico. Desde ese momento, a la mínima jugada que hiciera el Racing, el publico pedía penalti. A los pocos minutos, el juez de la contienda castigó al Athletic Club con otra pena máxima. Beguiristáin se cruzó de brazos y dejó entrar el balón. Quintana cogió el balón del fondo de la red y se lo arrojó al árbitro. Al ser expulsado Quintana sus compañeros se fueron con él hacia el vestuario. Los aficionados no sólo protestaron airadamente, sino que reclamaron el importe de sus localidades.
Julian Ruete intento poner calma, mientras los guardias comenzaron a desalojar el invadido terreno de juego por un gran número de irascibles aficionados. Ruete corrió hacia la caseta del Athletic y convenció a los jugadores para que regresaran al campo. Al reanudarse el encuentro, Dieste señaló un tercer penalti contra los rojiblancos. Beguiristáin el héroe del encuentro, atrapo el balón y lo lanzo por encima de la valla hacia la calle y enfiló el camino de los vestuarios. Ahí finalizo el incierto y accidentado choque con triunfo de Racing (2-1), que conquisto la Copa Espuñes. El árbitro, Dieste, abandono el rectángulo de juego recibiendo una larga serie de improperios.
Hay que destacar que en 1920 (cuando suceden los hechos) el club del Manzanares era una sucursal del Athletic Club de Bilbao, por eso mantenía el nombre de Athletic en lugar de Atlético como es conocido ahora, posteriormente paso a llamarse Atlético de Aviación, pero eso ya es otra historia.
Anécdota extraída del libro: Historia del Atlético de Madrid (Pasión en rojo y blanco) de Luis Miguel González Gómez y publicado por EVEREST.
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