
Comenzó a disputar partidos de fútbol defendiendo los
colores del ejército en Uruguaiana y a pesar de la distancia en las crónicas de
Porto Alegre se hablaba de un arquero portentoso que partido tras partido salvaba
a los suyos con sus prodigiosas intervenciones. Tanto es así, que los
dirigentes del Gremio de Porto Alegre no tardaron en enviar emisarios para
tratar su contratación por el equipo. A lo que Eurico se negó, ya que no tenía
ninguna intención de trasladarse de ciudad, dado que su regimiento se
encontraba allí. Pero los directivos de Gremio no se rindieron y consiguieron
que el ejército lo trasladara a Porto Alegre y así lograron convencerle de que
se uniera al club. Aunque el juraba y perjuraba que no era portero, pero que
nadie en el ejercito quería ocupar ese puesto y por eso estaba parando lo que podía.
Al final lo convencieron y su vida cambio radicalmente.
Lara seguía ascendiendo dentro del escalafón militar y a su
vez se convirtió en una pieza insustituible de Gremio, llegando a ganar los
campeonatos de 1920, 1921, 1922, 1923, 1925, 1926, 1930, 1931, 1932, 1933 y
1935; y los Torneos “Gauchos” de 1921, 1922, 1926 y 1931. ¡Nada más y nada
menos!
Se convirtió en todo un ídolo de masas del país, aunque
nunca fue llamado a defender a la "canarinha", pese a que las grandes estrellas
del equipo le consideraban como el mejor arquero del momento.
Tras todos estos momentos de gloria llegó su decadencia ya
que con 38 años era ya Teniente del ejército, pero se le diagnostico una
tuberculosis, por lo que los médicos desaconsejaban que siguiese jugando ya que
sus pulmones no aguantarían. Pero Lara había un partido que no quería perderse
por nada del mundo, el clásico frente al Inter de Porto Alegre. No solo era
importante ese partido por la rivalidad sino porque el que lo ganara saldría campeón
de la Liga. Tanto médicos, jugadores, directivos como aficionados le pidieron
que no lo jugara ante el riesgo comentado, pero Lara hizo caso omiso.
Aquel día será recordado para siempre ya que en la primera
parte hizo el partido de su vida atajando todo lo que le enviaron a palos, pero
no llegó a salir en la segunda. En el descanso se vino abajo y tuvo que ser
hospitalizado de urgencia y el portero más grande de Brasil del momento nunca salió
de allí, fallecía a los dos meses de su ingreso.
A su entierro acudieron miles de hinchas, no solo Gremio
sino también del eterno rival a rendir homenaje al hombre que había dado su
vida por su equipo.
A pesar de todo Gremio ganó 2-0 aquel partido y salió campeón
y cuando Lupicínio Rodrigues se encargo de escribir la letra del Gremio incluyo
su historia y nombre en ella, el único futbolista brasileño que aparece en un himno. Su
nombre quedo para siempre en una de las calles de Porto Alegre en su memoria.
Un poco melodramática la historia, pero según cuentan las crónicas
de la época es verídica.